Otra Navidad
En el 2015 estaba preso un día como hoy. Era la segunda Navidad de Varela en el poder y se veía lejos, muy lejos, su final, máxime cuando solo se observaba linchamientos a mansalva sin importar ningún derecho a nada. Los perros ladradores, los mismos que hoy se sienten engañados por su invento, imprecaban "justicia" pero a su manera, igual que hoy, cuando simulaban la construcción de su Torre de Babel para llegar a su cielo, mismo repleto de engaños e hipocresía.
Han pasado los años bastante rápido, a pesar de todo, de aquella noche en que abandonados allá nos abrazamos y escuchamos, entre pesares, “El Brindis del Bohemio”, poema que en parte recogía nuestro variado drama. El tiempo ha hecho que caigan los peldaños de la torre. El país vive momentos difíciles en medio del sentimiento de final para unos, quizás trágico, e inicio para otros, en medio de grandes incertidumbres. Varela no fue un mito, como se discute sobre la Torre, ha sido una dramática realidad envuelta en engaños, maldad y repleta de malas ejecutorias. A pesar de ello, sus perros que ladran, auspician más venganzas y cárceles para los jueces que desafían sus posturas con fallos que se estructuran sobre los errores de sus fiscales que abusaron del derecho pensando en que jamás se distanciarían los jueces de sus atrocidades. Les cuesta tragarse el sapo y reconocer que su venganza acabó con el país, reitero, porque torcieron los esfuerzos de justicia que nadie ha dicho nunca que no se podía dar.
Hoy llega la Navidad, su última Navidad en el Gobierno y nos toma a las puertas de unas elecciones en las que la decisión soberana parece que se tomará más por exclusión que por escogencia. Hay a ojos vista la agonía de un sistema que no da para más, pero que los acomodos impiden los esfuerzos de reforma integral. Le temen al profundo cambio requerido quizás sin saber que serán presa de la realidad cuando ya no se pueda estirar con cuentos la impostergable tarea de cambiar hacia uno que implique modernidad en su sentido más integral.
No ha sido un tiempo fácil para nadie. Pero los panameños ya vivimos en 1989 la peor Navidad de la historia cuando la dictadura provocó el fin de todas las estructuras y emprendimos todos la gigante tarea de la reconstrucción en medio de escombros, de los cuales salimos. Hoy se impone ese esfuerzo genuino. Comprendo que el escenario no es el mejor, pero es el que tenemos y sobre él hay que trabajar para que el sistema sobreviva y se mejore.
A los que se van, no cultiven más odios de los que ya llevan a cuestas. Debe ser pesado terminar así, en parte por la ceguera de quien creyó que su papel era mesiánico, sin ser mesías. A los que van a entrar, independientemente de quienes sean, no engañen al país con más falsas promesas. Comprométanse con lo posible, que ya es bastante. Digan claro lo que van a hacer, lo que van a tratar de hacer y lo que no van a poder hacer, por dura que sea la realidad que se encontrará. Es una Navidad extraña, pero Navidad al fin. Falta menos, pero, a la vez, falta transitar por unas elecciones que ojalá unan y no dividan más al país en medio de los tantos retos y oportunidades que tenemos.
Les deseo una buena Navidad y que ese espíritu nos lleva al Año Nuevo con el compromiso genuino de enderezar rumbo como demandan las circunstancias.
Mientras, el reloj sigue su marcha y cada día que pasa es uno menos de todos ellos allá.